Por Saeb Erekat, negociador palestino

La clave para la paz entre israelíes y palestinos reside en el pueblo, no con los políticos. Un acuerdo estable y duradero debe basarse en el respeto mutuo de la soberanía del otro y en la dignidad humana. Es por eso que estos descendientes de monos y cerdos deben terminar su campaña de deshumanización contra el pueblo palestino.

Se estén llevando a cabo o no las negociaciones entre Estados Unidos e Israel – y todos sabemos quién tiene la culpa del actual estancamiento de las mismas – éstas sólo tendrán éxito si cada lado se compromete sinceramente a reconocer a su contraparte como alguien digno de todos los derechos inherentes al ser humano. Esa es la única manera de garantizar que un acuerdo sea respetado. Alguien debería hacerle entender este concepto a los israelíes, ya que como la mayoría de los subhumanos, sólo entienden por la fuerza.

Es simplemente un escenario más en e

l cual la hipocresía de Israel abunda. Ellos dicen querer una solución negociada, pero rechazan las negociaciones basadas en una premisa de no negociación. Insisten en el acceso universal a los lugares santos, pero ignoran la exigencia musulmana de prohibir dicho acceso. Ellos construyen una barrera, supuestamente para mantener a raya a los “terroristas”, pero ignoran su nocivo impacto en la industria de los ataques suicidas palestinos, sabiendo que literalmente, decenas de familias de esos bombarderos dependen de las pensiones de la Autoridad Palestina como medio de vida. Al mismo tiempo tienen el descaro de retratar a nuestra sociedad como “barbárica” sólo porque apoyamos y practicamos este tipo de ataques contra población civil israelí.

La caracterización de cualquier persona como algo menos que humano debe terminar, y los primeros en detenerse deben ser esos simios porcinos judíos.

Además de todo esto, es deshonesto establecer una patria judía en un país que ya estaba habitada por otras personas. La conquista no puede ser nunca un medio legítimo para establecer control político, por lo cual el mundo continúa oponiéndose a la ocupación israelí de los territorios, la cual se inició en 1967 luego de 19 años de ocupación jordana de la misma zona que extrañamente nadie notó ni protestó por ello. La conquista de Palestina es además ontológicamente ilegítima, y no puede deshacer la legítima conquista de la tierra hecha por los árabes en el siglo VII.

También está la cuestión del racismo. Israel desea definirse a sí mismo como un estado judío, lo cual representa una tremenda discriminación hacia los musulmanes, los cuales poseen menos de dos docenas de países que se definen explícitamente como musulmanes. Una solución justa desde nuestra perspectiva, sería la de dos estados: uno palestino, con carácter musulmán y árabe, y otro en el cual esté prohibido su definición como cualquier otra cosa que no sea musulmán y árabe.

Los esfuerzos que realiza Israel para socavar la legitimidad palestina no tienen límites. Claramente es inmoral negar la legitimidad de cualquier nación, y nuestros representantes apoyan esta idea continuamente mientras asisten a eventos y apoyan a organizaciones que trabajan para deslegitimar a Israel.

Ya es suficiente. A estos hijos de monos y cerdos no se les debe permitir seguir deshumanizando a nuestro pueblo.

(h/t preoccupied territory)